El optimista: Inofensivo pero monótono. Siempre con la sonrisa de Ronald McDonald. Argentina pierde el mundial; él, sonriente. El banco, por corralito o corralón, le retiene los ahorros, y él, sonriente. Se le pincha una goma al auto en la ruta 41 partido de Loma hermosa (que de hermosa solo tiene el nombre); y él, cómo era de espertar, ¡está sonriente! No se sabe si él está más allá, superado, si es prototipo del superhombre Nietzscheano, o si realmente es un Muppet de sonrisa inamobible. Y ojo al piojo, este hombre, debido a su inofensividad, puede llegar a resultar peligroso. ¿Cómo? Y…es capaz de desatar la violencia que como buena samaritana una guarda bajo el tapete o deja en la puerta de la clase de yoga. Este hombre, obviamente, que los hay los hay, hace saltar la térmica y, aún peor, nos obliga a reprimir la ira. Una realmente no puede enfurecerse con un simple y simpaticón optimista. Muy interna-y oculta-mente deseamos que fuera el típico-hombre-basura, al menos para tener un pretexto de queja. Paradójicamente, él es todo lo contrario. Entonces, vale preguntar, ¿es posible que las mujeres a lo largo de los años hayamos incorporado un “chip” que solo nos permite buscar hombres que sabemos (sobre la base fáctica de su prontuario) que nos van a lastimar?; ¿será que lo hacemos porque de antemano nos figuramos una posible ruptura, de modo que podríamos fácilmente excusarnos sobre la base de sus ya conocidas y “reprochables” características?; O, ¿será que Holly(bolly)wood nos lavó de tal manera el cerebro que nos acostumbramos a sufrir y a incorporar la absurda idea de que con llanto de por medio las relaciones son más interesantes? En fin, ¿habremos hecho al melodrama parte de nuestras vidas? Estas preguntas llevan, inevitablemente, a vislumbrar el famoso síndrome de la gataflora. Ya nada nos llena y al sentirnos vacías en lo que encontramos, nos remitimos a encontrar aquello que nos lastima como manera de justificación del hecho de que luego cuando encontramos algo que nos place, no lo podemos manejar. Y ahí, ¡zás! El gran comodín utilizado como excusa es: tuve malas experiencias con los hombres, me lastimaron mucho. Y claro mujer, si vos misma inclinaste y extendiste la relación hacia ese sufrimiento y finalmente cuando apareció aquel hombre que valió la pena, te pusiste las botas de la gataflora y otra vez, the show must go on, encarnaste su papel a la perfección. ¿Qué tiene que ver esto con el optimista? Que tal vez tengamos que aprender un poco (¡solo un poco!) de él, dejar el drama a un costado y darle luz verde a las causas y azares. Apreder de un ser no es un aliciente para relacionarnos con él, simplemente podemos ser espectadores conformando una cuarta pared. Ah, sí, y, ¿el raid de la gataflora? Amor Fati, es decir, la complacencia con las decisiones que uno mismo tomó. A veces, todo no se puede. Y se corre con una ventaja, porque...¿más sabio que uno para elegir sobre la propia vida, quién?
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Hace 2 años
Pero creo que este es de lo más interesante. Pocos son esos que le dan sonrisa a TODO y luego desatan la furia salvajemente. Creo que las cosas se tornan problemas dependiendo de como las veas vos.
ResponderEliminarEl problema puede dejar de serlo de la forma en la que lo mires.
¿Y cuando termina esta clasificacion de hombres? Puede ser eterna!
Besos Mir!
No me molesta el optimista mientras no se vuelva un boludo alegre
ResponderEliminarBeso!
Mmm te diria mi nombre si no tuviese que hacerlo público para que te enteres.
ResponderEliminarEl optimista me cae bien, me siento identificado en varios aspectos.
Besos Mir!
Exacto, eso deberias hacer.
ResponderEliminarEntoncs para el caso.. ¿Quien guarda mas clandestinidad? ¿Vos o yo? Ah... para pensar... jaja.
Pero, estás hablando de mi Cheko!
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