El que-no-tiene-filtro: Este dura muy poco. Desde el mismísimo momento en que te hace pasar vergüenza en público, es historia. ¿Flaco, no podés cerrar ese gran megáfono que tenés de boca y no contar en presencia de mi jefe cuantos orgasmos tuve la última vez? In between, por ejemplo, hay padres que son conservadores, estrechos, moralistas (vejetes verdes y oxidados, para el lunfardo), entonces, este señor de boca grande, con su radar para captar momentos en los que puede importunarte, empieza a describir las variadas posiciones que practican en la cama, la cocina y hasta el grito de Tarzán desde el ropero. Conflicto generacional a la vista. La cara de tu vieja se torna de un tono verde violacio, finge que no escucha y mira la televisión (¡¿Má, desde cuándo te interesa el proceso de polinización cruzada en las coníferas de la selva tropical que pasan por Animal planet?! Inaudito.) Básicamente, ella considera un pecado capital que su inocente hija (si, si, vos), esa que jugaba en la primaria con las Barbies, tenga relaciones sexuales antes del matrimonio. Y además, está demás decir que te considera una traidora porque VOS le habías prometido que hasta la noche de bodas llegabas virgen, pero claro…eso lo dijiste cuando tenías…¿6 años? Pero ya sabemos que Doña Rosa es una experta a la hora de sacar los trapitos al sol y sobre todo de contexto (ay, cuando crezca quiero ser bioquímica; ay, quiero casarme de blanco, tener tres hijos y un Golden retriever que me traiga el diario todas las mañanas, ay ay y ay!) No falta oportunidad para que la bendita madre deje escapar un suspiro o un reproche porque tu ideología actual ya no concuerda con tu edad de oro: la ninez. Allí todo era color de rosa, sueños utópicos, principes azules y un soñado batallón de hijos. Allí todo era color de rosa cuando eras…¡Susanita! Y ahora que se avecina la rebelión-en-la cama y el estandarte feminista en mano, te convertiste en el anticristo. No todas las madres son así, claramente. Pero Doña Rosa, si existiera tal premio, sería galardonada con una estatuilla llamada: “soy la asesina de Simone de Beauvoir”. Aunque, claro, a cada pié, un zapato. Unas son libertarias y otras conservadoras. Unas te regalan la tanguita de encaje y otras te la queman en el asado del domingo. Pero por sobre todas las cosas, el bocón siempre va a poder descubrir qué es lo que vos no querés que sea divulgado, y entonces ¡zás!, abre la boca, te hace quedar terriblemente y vos lo único que querés es que te trague la tierra.
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Hace 2 años
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